UN DOGMA DESASTROSO

«Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. Esta locura trae como resultado las miserias individuales y sociales que, desde hace siglos, torturan la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de sus hijos. En vez de reaccionar contra esta aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas han sacralizado el trabajo. Hombres ciegos y de escaso talento, quisieron ser más sabios que su Dios; hombres débiles y despreciables, quisieron rehabilitar lo que su Dios había maldecido. Yo, que no me declaro cristiano, ni economista ni moralista, planteo frente a su juicio, el de su Dios; frente a las predicaciones de su moral religiosa, económica y libre pensadora, las espantosas consecuencias del trabajo en la sociedad capitalista.»

Paul Lafargue

Novena poesía vertical

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«Insistir demasiado en sí mismo

es gastar sin sensatez la sustancia del mundo

y abusar de la luz y sus reflejos,

del prorrateo abierto del mirar

del reparto de los colores

y también del corazón  de las tinieblas.

Tal vez fuera preciso

moderar, recortar el existir

y retener la prepotencia de ser uno.

Y que eso nos permitiera morir menos

o simplemente no quedarnos sin fondo,

como patéticos odres

que no supieron contener su vino.

Insistir demasiado en sí mismo

es trastocar las figuras visibles

y embadurnar las visibles

con el menguado alquitrán de nuestra furia.

Es preciso insistir en otra parte,

por ejemplo allí donde las líneas retroceden

y las manos se enguantan

para evitar el tacto sin regreso.

O allá, por lo menos,

donde sentimos cómo se desgastan

la piel tenaz del pensamiento,

las secreciones de todos los amores

y las suelas metafísicas

de nuestros últimos zapatos.

Sí. Es preciso insistir en otra parte.»

 

Roberto Juarroz

EL DERECHO A LA PEREZA

«La moral capitalista, mezquina parodia de la moral cristiana, castiga con un solemne anatema la carne del trabajador; su ideal consiste en reducir al mínimo las necesidades del productor, en suprimir sus goces y sus pasiones, y en condenarle al papel de máquina redentora del trabajo sin tregua ni misericordia.»

Paul Lafargue

AHORA

«No esperar más.
No mantener ninguna esperanza.
No dejarse ya distraer, confundir.
Irrumpir.
Mandar la mentira contra las cuerdas.
Creer en lo que sentimos.
Actuar en consecuencia.
Forzar la puerta del presente.
Probar. Fracasar. Probar de nuevo. Fracasar mejor.
Obstinarse. Atacar. Construir.
Tal vez vencer.
En cualquier caso, sobreponerse.
Seguir nuestro camino.
Vivir, pues. Ahora.»

Comité  Invisible

El derecho a la ternura

«Estamos acostumbrados a opinar sobre los grandes derechos públicos, aquellos que figuran en códigos y constituciones, haciendo parte de discursos políticos y promesas electorales. Se habla del derecho al empleo, el derecho a la vivienda, el derecho a la educación, al sufragio, en fin, de todos aquellos derechos que pueden figurar como reivindicaciones sociales de transparencia indemandable. Pero parece sospechoso y hasta ridículo hablar de esos derechos de la vida cotidiana que permanecen confinados a la esfera de lo íntimo, sin que nadie ose pronunciar sus nombres en las asambleas donde se debaten con grandilocuencia los problemas políticos de la época. A esta categoría de derechos domésticos, relegados y vergonzosos, pertenece el derecho a la ternura.»

Luis Carlos Restrepo

 

LA DEMOCRACIA ES UN ASUNTO DE ANGUSTIADOS

«Si la insurrección se relaciona primero con la cólera, y después con la alegría, la democracia directa, en su formalismo, es antes que nada un asunto de angustiados. Que no ocurra nada que no esté determinado por un procedimiento previsible. Que ningún acontecimiento nos exceda. Que la situación permanezca a nuestra altura. Que nadie pueda sentirse estafado, o en conflicto abierto con la mayoría. Que nunca se sienta alguien obligado a apoyarse en sus propias fuerzas para hacerse escuchar. Que no se imponga nada, a nadie. Para tal fin, los diversos dispositivos de la asamblea —desde el turno de palabra hasta el aplauso silencioso— organizan un espacio estrictamente amortiguado, sin asperezas distintas a las de una sucesión de monólogos, que desactivan la necesidad de batirse por lo que uno piensa. Si el demócrata tiene que estructurar en este punto la situación, es porque no se fía de ella. Y si no se fía de la situación, es porque, en el fondo, no se fía de sí mismo. Es su miedo a dejarse llevar por ella lo que lo condena a querer a todo precio controlarla, a riesgo casi siempre de destruirla. La democracia es en primer lugar el conjunto de los procedimientos por los que se da forma y se estructura esa angustia. No hay que llevar a cabo el proceso de la democracia: el proceso de una angustia no se lleva a cabo.»

Comité Invisible

La escuela es la escuela del Estado

«La escuela es la escuela del Estado, donde se convierte a los jóvenes en criaturas del Estado, es decir única y exclusivamente en secuaces del Estado. Cuando ingresé en la escuela, ingresé en el Estado, y como el Estado destruye a los seres, ingresé en el centro de la destrucción de los seres […] El Estado me ha obligado a ingresar en él por la fuerza, como todos los demás, por otra parte, y me ha vuelto dócil ante él, el Estado, y me ha convertido en un hombre estatizado, en un hombre reglamentado y registrado y domado y diplomado y pervertido y deprimido, como a todos los demás. Cuando contemplamos a los hombres, sólo vemos a los hombres estatizados, a servidores del Estado, que durante todas sus vidas, sirven al Estado.»

Thomas Bernhard

«Carta» abierta a los gobiernos

«Existe una ciudadanía internacional que tiene sus derechos, que tiene sus obligaciones y que impele a levantarse contra todos los abusos de poder, independientemente de quién sea el autor y quiénes sean las víctimas. A fin de cuentas, somos todos unos gobernados , y a ese título solidarios.

Porque pretenden que su cometido es ocuparse de la felicidad de las sociedades, los gobiernos se reservan el derecho de pasar a la cuenta de pérdidas y ganancias las desdichas que sus decisiones provocan o que sus negligencias permiten. Es un deber de esta ciudadanía internacional hacer siempre valer a los ojos y a los oídos de los gobiernos las desdichas de los hombres, de las que no es verdad que no sean responsables. Las desdichas de los hombres no deben ser jamás una salpicadura muda de la política. Fundamentan un derecho absoluto a alzarse y dirigirse a quienes detentan el poder. Hay que rechazar el reparto de funciones que, muy a menudo, nos proponen: a los individuos les corresponde indignarse y hablar; a los gobiernos reflexionar y actuar. Es cierto, a los buenos gobiernos les gusta la santa indignación de los gobernados, siempre y cuándo ésta permanezca a nivel lírico […]. La voluntad de saber de los individuos debe inscribirse en una realidad cuyo monopolio han pretendido reservarse los gobiernos, ese monopolio que hay que ir arrancándoles poco a poco, día a día.»

Michel Foucault

Carta al señor legislador de la ley de estupefacientes

«Señor legislador
Señor legislador de la ley de 1916, aprobada por decreto de julio de 1917 sobre estupefacientes, usted es un castrado.
Su ley sólo sirve para fastidiar la farmacia del mundo sin beneficio alguno para el nivel toxicómano de la nación, porque:1º) La cantidad de toxicómanos que se proveen en las farmacias es insignificante;
2º) Los auténticos toxicómanos no se proveen en las farmacias;
3º) Los toxicómanos que se proveen en las farmacias son todos enfermos;
4º) La cantidad de toxicómanos enfermos es insignificante en comparación con la de los toxicómanos voluptuosos;
5º) Las reglamentaciones farmacéuticas de la droga jamás reprimirán a los toxicómanos voluptuosos y organizados;
6º) Nunca dejará de haber traficantes;
7º) Nunca dejará de haber toxicómanos por vicio, por pasión;
8º) Los toxicómanos enfermos tienen un derecho imprescriptible sobre la sociedad y es que los dejen en paz.

Es por sobre todas las cosas un asunto de conciencia.

La ley de estupefacientes deja en manos del inspector-usurpador de la salud pública el derecho de disponer del sufrimiento de los hombres; es una arrogancia peculiar de la medicina moderna pretender imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los berridos oficiales de la ley no tienen poder para actuar frente a este hecho de conciencia: a saber que soy mucho más dueño de mi sufrimiento que de mi muerte. Todo hombre es juez, y único juez, del grado de sufrimiento físico, o también de vacuidad mental que pueda verdaderamente tolerar.

Lucidez o no, hay una lucidez que nunca ninguna enfermedad me podrá arrebatar, es la lucidez que me dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez la medicina no tiene nada más que hacer que darme las sustancias que me permitan recuperar el uso de esta lucidez.

Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia ustedes son unos sucios pedantes y hay algo que debieran considerar mejor: el opio es esa imprescriptible y suprema sustancia que permite reenviar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido.

Hay un mal contra el cual el opio es irreemplazable y este mal se llama Angustia, en su variante mental, médica, psicológica, lógica o farmacéutica, como a ustedes les guste.

La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los condenados.
La Angustia que la medicina desconoce.
La Angustia que su doctor no entiende.
La Angustia que arranca la vida.
La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.

Por su infame ustedes dejan en manos de gente en la que no tengo ninguna confianza, castrados en medicina, farmacéuticos de mierda, jueces fraudulentos, parteras, doctores, inspectores doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que en mí es tan mortal como las agujas de todas las brújulas del infierno.

¡Convulsiones del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita a quien me mire, llegar a una evaluación de mi sufrimiento más exacta que aquella fulminante de mi espíritu!

Toda la incierta ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el único juez de lo que hay en mí.

Regresen a sus cuevas, médicos parásitos, y usted también señor Legislador Moutonnier que usted no delira por amor de los hombres sino por tradición de imbecilidad. Su ignorancia total de ese que es un hombre, sólo es equiparable a su idiotez pretendiendo limitarlo. Deseo que su ley caiga sobre su padre, su madre, su mujer y sus hijos y toda su posteridad. Mientras tanto yo aguanto su ley.»

Antonin Artaud

ser gobernado

«Ser gobernado significa ser observado, inspeccionado, espiado,dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctrinado, sermoneado, verificado,estimado, clasificado según tamaño, censurado y ordenado por seres que no poseen los títulos, el conocimiento ni las virtudes apropiadas para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, contado, tasado, estampillado, medido, numerado, evaluado, autorizado, negado, autorizado, endosado, amonestado, prevenido, reformado, reajustado y corregido. Es, bajo el pretexto de la utilidad pública y en el nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, engrillado, esquilado, estafado, monopolizado, desarraigado, agotado, embromado y robado para, a la más ligera resistencia, a la primera palabra de queja, ser reprimido, multado, difamado, fastidiado, puesto bajo precio, abatido, vencido, desarmado, restringido, encarcelado, tiroteado, maltratado, juzgado, condenado, desterrado, sacrificado, vendido, traicionado, y, para colmo de males, ridiculizado, burlado, ultrajado y deshonrado.»

Pierre Joseph Prudhon